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Secretos ocultos del primer hombre en la Luna

Neil Armstrong se preparó durante más de tres años para su misión en la Luna. Durante este tiempo, tuvo que aprender a caminar en condiciones de microgravedad, atado con correas y suspendido en un ángulo. Su resistencia y límites fueron puestos a prueba a través de una intensa dieta y un régimen de sueño. En el espacio, su alimentación se basaba en carne de res y vegetales previamente deshidratados y empacados. Además, los astronautas también tenían que someterse a entrenamientos de supervivencia en diferentes ambientes como el desierto, la jungla, el mar abierto y el Ártico.
En el pasado, el entrenamiento era mucho más rudimentario y consistía en dejar a los astronautas en el medio de la nada, sin suministros, para ver cómo sobrevivían. Sin embargo, en la actualidad, todo está mucho más estructurado. Antes de llegar a la Luna, Armstrong tuvo que recolectar y estudiar muestras de rocas en el Gran Cañón, explorar formaciones volcánicas en Nevada y buscar respiraderos de gas y lava, así como lagos y cráteres de lava en varios lugares de Hawaii.
Finalmente, el 20 de julio de 1969, Armstrong y su tripulación aterrizaron en la superficie de la Luna, específicamente en un área llamada Mar de la Tranquilidad. Para llegar hasta allí, tuvieron que recorrer una distancia de 386.242 kilómetros. La elección de este lugar para alunizar se basó en varias razones: buena visibilidad, una superficie relativamente suave y fácil acceso con la menor cantidad de propulsión posible. Cuando estaban a unos 150 metros sobre la Luna, Armstrong tuvo que maniobrar la nave espacial manualmente para evitar aterrizar en un cráter peligroso. Este proceso duró aproximadamente un minuto y medio.
Una vez que el módulo lunar descendió de manera segura, Armstrong envió el famoso mensaje «El Águila ha aterrizado» por radio a la Tierra. Mientras tanto, una cámara de televisión conectada a la nave registraba su avance y transmitía la señal a millones de personas que observaban ansiosamente desde la Tierra. A las 22:56 hora del este de ese mismo día, Armstrong puso sus pies en el suelo lunar y pronunció la célebre frase: «Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad».
